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La Prominencia de la «Masculinidad Hegemónica»

Amplificación del Concepto

A pesar de lo anterior, ciertos académicos continúan ignorando el fundamento de la masculinidad hegemónica como la legitimación de relaciones de género desiguales simplemente al equiparar el concepto con, por ejemplo, características de masculinidad fijas y/o el concepto está asociado únicamente con ciertos grupos de hombres (ver Logan y Gage como ejemplos de este género). Flood (2002) fue el primero en identificar esta práctica persistente desafortunada y Beasley (2008) siguió la visión crítica de Flood. Tanto Flood como Beasley calificaron tales aplicaciones inconsistentes de «deslizamiento», argumentando que las formas de masculinidad «dominantes», como las más comunes, poderosas y/o más extendidas en entornos particulares, en realidad pueden hacer poco para legitimar el poder de los hombres sobre las mujeres y, por lo tanto, no deben etiquetarse como masculinidades hegemónicas. Y Beasley (p. 89) señala que muchos académicos siguen equiparando la masculinidad hegemónica con masculinidades particulares que practican ciertos hombres, como políticos, jefes corporativos y celebridades, simplemente porque están en posiciones de poder, ignorando una vez más las cuestiones de las relaciones de género y la legitimación de la desigualdad de género. Y Schippers (2007) argumentaron que es esencial distinguir las masculinidades que legitiman las relaciones desiguales de género de las que no lo hacen.

La buena noticia es que el trabajo académico reciente ha amplificado el modelo reformulado al ampliar y contribuir a una mayor conceptualización de nuestra comprensión de las masculinidades hegemónicas. En mi libro, Masculinidad hegemónica: Formulación, Reformulación y Amplificación (Messerschmidt 2018), discuto una variedad de estudios que demuestran esta amplificación. En particular, la investigación más reciente confirma la naturaleza omnipresente de las masculinidades hegemónicas, a nivel local, regional y mundial, pero al mismo tiempo demuestra cómo estas masculinidades complejas y específicas están esencialmente ocultas a plena vista. Es más, estos estudios ilustran que las relaciones de género jerárquicas particulares entre hombres y mujeres, entre masculinidad y feminidad y entre masculinidades están legitimadas, discerniendo notablemente algunas de las características esenciales de la reproducción omnipresente de las relaciones de género desiguales.

El trabajo académico contemporáneo sugiere además la importancia de distinguir entre masculinidades «hegemónicas» y «dominantes», lo que por supuesto permitirá una investigación más sólida sobre cuándo y cómo se construyen ambos tipos de masculinidades y cuándo no lo son. Esa pregunta de investigación es esencial debido a la confusión generalizada entre los estudiosos, especialmente con respecto al deslizamiento, y por lo tanto etiquetar erróneamente masculinidades dominantes como masculinidades hegemónicas realmente existentes. Además de esta importante distinción, reconocer las diferencias entre masculinidades hegemónicas es una parte importante de la amplificación del concepto, especialmente en términos de entornos locales, regionales y globales, pero también en términos de masculinidades hegemónicas híbridas, dominantes versus protectoras y materiales versus discursivas. Y dado que las masculinidades hegemónicas constituyen necesariamente una relación, las femininidades son esenciales para la amplificación del modelo reformulado de masculinidades hegemónicas y, por lo tanto, deben ser una parte principal de la investigación futura.

El libro Masculinidad hegemónica destaca además áreas adicionales que han amplificado el modelo reformulado: la naturaleza recurrente de masculinidades hegemónicas fugaces y cómo las masculinidades hegemónicas son rutinariamente fluidas, contingentes, casuales, provisionales y temporales; la importancia de la interseccionalidad y cómo las masculinidades hegemónicas, por lo tanto, difieren en razón de su constitución con otras desigualdades; la prominencia de Internet y la complexión electrónica de las masculinidades hegemónicas; y finalmente, las masculinidades hegemónicas tanto en el Norte global como en el Sur global.

La amplificación del modelo reformulado demuestra entonces que la prevalencia cotidiana de masculinidades hegemónicas difunde ampliamente el conocimiento cultural que las personas utilizan para guiar en parte su acción social basada en el género; la variedad de masculinidades hegemónicas proporciona modelos de relaciones entre hombres y mujeres, entre masculinidad y feminidad, y entre masculinidades. Y debido a la ubicuidad de las masculinidades hegemónicas, la desigualdad de género a menudo es ampliamente aceptada e incuestionable. La hegemonía de género funciona para oscurecer las relaciones desiguales de género, a la vez que permea efectivamente la vida pública y privada, alentando a todos a respaldar, unirse y encarnar esas relaciones desiguales de género. Las masculinidades hegemónicas se distribuyen de forma expansiva como prototipos culturalmente ascendentes de las relaciones de género en todos los niveles locales, regionales y globales, son parte de la vida cotidiana normal, son habituales a nuestro alrededor.

La evidencia empírica presentada en Masculinidad hegemónica sugiere entonces que la masculinidad hegemónica debe conceptualizarse totalmente en términos plurales. Exploro la omnipresencia de las masculinidades hegemónicas a nivel local, regional y global, las razones para el continuo cumplimiento y aceptación de las relaciones desiguales de género, las formas variables en que están constituidas y, por lo tanto, se cruzan con otras desigualdades, y cómo esta pluralidad establece la hegemonía de género como culturalmente exaltada.

Aunque las masculinidades hegemónicas de hoy en día son diversas, las prácticas relacionales y los significados discursivos no son, cada uno a su manera, legítimas relaciones desiguales de género entre hombres y mujeres, entre masculinidad y feminidad y entre masculinidades, sino que constituyen colectivamente una estructura social. Estas prácticas aparentemente individuales de masculinidad hegemónica no ocurren en el vacío. En cambio, están influenciados situacionalmente por y a su vez reproducen las estructuras sociales relacionales y discursivas de género en entornos particulares. Las masculinidades hegemónicas son configuraciones de la práctica social que producen simultáneamente relaciones sociales y significados sociales particulares, y son culturalmente significativas porque dan forma a un sentido de lo que es un comportamiento de género «aceptable» e «inaceptable» para los interactuantes copresentes en situaciones específicas. En otras palabras, la investigación contemporánea sobre masculinidades hegemónicas confirma la importancia continua del énfasis original de Connell (1987, 1995) en la masculinidad hegemónica como la legitimación de las relaciones de género desiguales.

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